¿Se quedarán para siempre?
La contingencia que vivimos para prevenir el contagio de COVID-19 cambió la vida cotidiana de las personas, tanto en medidas de higiene como en las maneras que hemos encontrado para ser más productivas o solidarias.
Mientras esperamos a que la normalidad vuelva lo antes posible, ¿deberíamos aprovechar esta emergencia para cambiar algunos hábitos y mentalidades para siempre?
La higiene Sobre este tema, Cuestione platicó con Guadalupe Soto Estrada, académica del Departamento de Salud Pública de la Facultad de Medicina de la UNAM. Para la experta, el lavado frecuente de manos, desinfectar las superficies constantemente y la sana distancia cuando se está enfermo, son medidas que ya deben ser parte de nuestra vida cotidiana aún cuando no estemos ante una emergencia como esta.
“Las medidas generales de higiene las conocemos desde hace mucho tiempo, el recuerdo más cercano es el de la pandemia de influenza A (H1N1) de 2009 y desde entonces se ha insistido en que estas medidas se deben continuar aún cuando no estemos en una situación de epidemia”, dijo Guadalupe Soto. Y agregó: “evidentemente algunas medidas se retirarán conforme se levante la emergencia sanitaria, como las de distanciamiento social, pero las de higiene personal y comunitaria deben continuarse”.
Soto Estrada añadió que es imposible saber cuándo tendremos otro evento de esta magnitud y es muy probable que se presente antes de lo previsto. Por lo tanto, “la población debe estar preparada en todo momento para esta clase de contingencias”, concluyó la académica.
El cambio tecnológico Enrique Díaz-Infante, director del Programa del Sector Financiero y Seguridad Social en Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY), dijo en entrevista para Cuestione que la pandemia ha acelerado el cambio tecnológico en las empresas. “(COVID-19) nos está demostrando la posibilidad de hacer más home office. Esto puede tener repercusiones en el mercado de rentas de oficina. Los negocios van a requerir cada vez menos de grandes espacios físicos para funcionar”, dijo Díaz-Infante. Además, de acuerdo con el especialista, es probable que cada vez más negocios pequeños y medianos, especialmente los del sector de servicios, comiencen a rentar espacios más reducidos o de co-working.
“Si creo que muchas prácticas deben mantenerse en el futuro, sin dejar de tener las reuniones físicas eventuales”, dijo Díaz-Infante. Y añadió que “las reuniones virtuales son más eficientes y ordenadas. Sin embargo, por salud emocional, y por razones de mejorar la coordinación y comunicación, no debe eliminarse las reuniones físicas. Aunque la tendencia va a ser a limitarlas”.
La solidaridad Ante la contingencia por COVID-19, el sociólogo estadounidense Eric Klinenberg escribió que a los habitantes de Estados Unidos les hace falta, ahora y para el futuro, solidaridad social para sobrevivir a desastres y pandemias.
“Esta es una herramienta esencial para combatir las enfermedades infecciosas y otras amenazas colectivas. La solidaridad nos motiva a promover la salud pública, no solo nuestra propia seguridad personal”, escribió Klinenberg.
Además, agregó que una sociedad solidaria evita acumular medicamentos, evita que la gente resfriada vaya al trabajo y evita que se envíen a niños enfermos a la escuela.
“Las crisis pueden ser puntos de cambio para los estados y las sociedades”, escribió Klinenberg, “(los ciudadanos) ya tienen una mayor voluntad para promover la salud pública y proteger a los más vulnerables”.
Si este comportamiento prevalece después de la crisis, “la solidaridad social conduce a políticas que benefician el bienestar público, incluso si cuesta más a algunas personas”, escribió el sociólogo.
La economía En este sentido el economista ecologista Simon Mair publicó que “si queremos ser más resistentes a las pandemias en el futuro, necesitamos un sistema capaz de reducir la producción de una manera que no signifique la pérdida de medios de vida”. Según Simon Mair, esta es una oportunidad para dejar de ver a la economía como la forma en que compramos y vendemos cosas, “podemos comenzar a ver más oportunidades para vivir de manera diferente que nos permita producir menos cosas sin aumentar la miseria”.
Y agregó que esto significaría un cambio profundo de mentalidad, con “propuestas que incluyen reducir la duración de la semana laboral, o permitir que las personas trabajen más lentamente y con menos presión”.
“Una de las cosas que podría estar haciendo la crisis de COVID-19 es expandir esa imaginación económica. A medida que los gobiernos y los ciudadanos toman medidas que hace tres meses parecían imposibles, nuestras ideas sobre cómo funciona el mundo podrían cambiar rápidamente”, escribió Mair.
Es claro que los hábitos de higiene deben continuar una vez que termine la contingencia. También hay nuevos hábitos laborales, solidarios o económicos a los que hemos recurrido como consecuencia de esta etapa, y que deberíamos analizar si mantenerlos mejoraría nuestra vida cotidiana y a la sociedad en general.
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